El peor pecado para con nuestras criaturas amigas, no es el odiarlas,
sino ser indiferentes con ellas, esa es la esencia de la inhumanidad.

*George Bernard Shaw

jueves, 19 de noviembre de 2009

UN NUEVO AMANECER


Todo sucedió en el mes de Mayo de 2009... recuerdo como una mañana ,como otra cualquiera, después de tomar el primer café del día y a las 6.30 de la mañana me disponía a postear, como tantos y tantos días, durante ya casi dos años de vida de esta blog y, para mi estupefación el ordenador portátil no se reiniciaba y otros dos de sobremesa estaban ya a punto de jubilarse....En resumen: mis equipos informáticos decidieron pasar a mejor vida y viajaron al ciberespacio. A todo esto, añadimos cambio de despacho, viajes por motivos de trabajo, exceso de trabajo, stress y agotamiento. La cuestión es que en un mes ya había conseguido optimizar mis equipos y con grandes ilusiones me disponía a continuar con mi trabajo en los Blogs....

Fué entones cuando sucedió....

De un día para el otro....y, aún siento un gran peso en el corazón mientras escribo, mi querida y amada gata siamesa Murli,enfermó y murió. Tenía 16 años y estaba fantástica...aunque con ciertos achaques debidos a su edad. Recuerdo que en la madrugada del día 13 de Mayo me desperté de repente, eran las 4.30 y no podía conciliar de nuevo el sueño. Decidí levantarme y retomar el ritmo de posteo habitual, ya que había estado como casi un mes sin hacerlo...

Sin embargo mis pasos se dirigieron al salón donde mi preciosa gata Murli descansaba siempre plácidamente. Me sorprendió no verla en el sofá...y mis ojos la buscaron por toda la estancia...Y entonces la vi....estirada en el suelo....inmóvil,no podía caminar....estaba totalmente desplomada....La tomé entre mis brazos y la coloqué en el sofá, en su sofá favorito, y supe que se iba...no sé explicaros como lo supe pero, lo supe...tenía la total certeza. Me quedé con ella, ese día no fuí a trabajar....quería estar con ella hasta el final. Desde la madrugada hasta las tres de la tarde del día siguiente, estuvo en proceso de agonía. Cada minuto que pasaba sentía como lentamente abandonaba su cuerpo. Su mirada fija en mi y la mia en ella. En silencio...no quería llorar delante de ella...y tenía que irme al polo opuesto de la casa...porque no podía soportar el dolor...me dolía el alma...aún me duele....

Cogida de su pata mi mano intentaba transmitirle toda mi fuerza, todo mi amor...estaba desesperada, os lo aseguro...Y pensaba en silencio: Salta Murli!!!!, Salta y vete al cielo!!!! Y tal y como lo pensé...de repente agitó fuertemente su pata y expiró su último aliento...Después de dos días...la enterramos en nuestro pequeño jardín...y ahora, encima de su tumba han crecido rosas!!!!. Rosas tan lindas como ella, mi querida Gata Murli, cuanto te extraño!!!

No puedo evitar emocionarme....aunque está resultando terapéutico el desahogarme en la Blog de mi querido Henriketo. Él se quedó sin su pareja, sin su amiga....con la que conpartió toda su vida....

Pero aún siguen las catastróficas consecuencias....Dos semanas después, Henriketo enfermó debido a una infección de etiologóa extraña...pensaba, que también lo perdía.....Pero él es muy fuerte y remontó la enfermedad...Pasó otro mes....y yo no tenía ánimos de continuar con las Blogs....lo intentaba...pero no podía...me inundaba la tristeza más profunda...

Henriketo estaba muy ensimismado y poco comunicativo...viviendo su proceso de duelo...Meditando, como dice él, todo el tiempo...asi es que en casa tomamos una decisión...

CONTINUARÁ....

miércoles, 18 de noviembre de 2009

EL RETORNO DE HENRIKETO, EL GATO BLOGGER

Ahora si...tan solo un segundo para agradeceros vuestro apoyo y cariño. Mañana Henriketo vuelve con sus aventuras!!!!!

martes, 7 de julio de 2009

EL RETORNO DE HENRIKETO


Queridos lectores y amigos:

En primer lugar: gracias por vuestros comentarios y vuestro apoyo durante este periodo de ausencia forzada.....debido a imponderables que he tenido que sortear....algunos amargos.

Con nuevo despacho, nuevos equipos y nuevas ilusiones Cabalayka vuelve a la carga y mañana....con todos vosotros

Gracias por todo y os deseo un lindo día.

Cabalayka y Henriketo

martes, 5 de mayo de 2009

LOS GATOS MARCAN SU TERRITORIO


Todos los felinos, y entre ellos naturalmente el gato, tienen el mismo procedimiento típico para marcar su territorio, delimitándolo, y así sentirlo de su propiedad. Este marcaje lo llevan a efecto rociando gotas de orina, de un fuerte olor, dentro de los perímetros de lo que es para ellos su territorio. Muchas veces, después de haber hecho este marcaje con orina, el gato da la espalda al objeto ya marcado, restregando su cola y parte posterior contra el lugar elegido. Otras veces, se voltea y afila sus uñas vigorosamente en el área ya marcada, reforzando así con el olor de sus garras, la posesión de su territorio. Este comportamiento es típico de los gatos machos sin castrar.
Las hembras, no suelen hacer marcaje territorial, pero también puede ocurrir, y en estos casos adoptan la posición típica del macho , levantando la cola temblorosamente, y rociando directamente hacia atrás.
Los gatos castrados, tienden a no hacer marcaje territorial con orina, pero ocurre que muchas veces los gatos ya castrados, realizan estas rociadas de orina , y aun cuando el olor no es tan fuerte como el de los no castrados es bastante molesto si lo hacen dentro de la casa. Cuando esto ocurre, se debe mas que todo a trastornos de carácter emocional, pues el hormonal ha sido eliminado con la castración. Esto puede ser debido al ingreso al hogar de una nueva mascota, hasta por la llegada de un bebé, o cualquier otra razón que es necesario encontrar cuando ocurre. Esto se debe a que al cambiar algo en el hogar, el gato siente amenazada su posición, y trata de asegurarla en la única forma que es capaz: marcando todo lo que ve como suyo. Así como pueden utilizar el rociado para llamar la atención acerca de algo que les estresa, también pueden buscar el mismo resultado, defecando en lugares donde causen preocupación y molestias. En estos casos, el lugar escogido será el mas notorio, que es lo contrario del procedimiento usado normalmente para evacuar la vejiga e intestino, que es cuando el gato se esconde discretamente, y busca de cubrir todo por completo.
Además de las rociadas con orina, los gatos tienen otros métodos para identificar su propiedad. Para esto, cuentan con varias glándulas aromáticas en su cuerpo y cabeza.
Las glándulas aromáticas de la cabeza, se llaman temporales y se encuentran arriba de los ojos, a cada lado de la frente y sus labios, tiene las glándulas periorales, todas estas glándulas son utilizadas en marcaje territorial.
También al afilar sus uñas, ponen a funcionar glándulas olorosas que poseen en sus garras. En l raiz de la cola, también se encuentran otras glándulas cuya secreción es utilizada para marcar.
Así, cuando nuestro gato restriega su cola fuertemente en el área que escoge, está realizando el marcaje de sus propiedades. Estas propiedades, pueden ser objetos inanimados, o también las manos, brazos, hombros o cara de su dueño. También marca con el mismo método a otros gatos amigos y perros, además de sus objetos favoritos. Simplemente restregando las áreas que contienen estas glándulas contra el sitio escogido, el gato deposita pequeñas secreciones, imperceptibles para nosotros, sobre el área, marcándola con su propio olor.
Al frotar su frente, además de ser una sensación placentera para él, llegando inclusive a hacer ronroneos de satisfacción, está marcando su propiedad. Al frotar sus labios o barba, el animal llega a quedarse estático, especialmente si otro gato ha marcado anteriormente en el mismo sitio y en este caso babea, frotando sus labios firmemente contra el objeto, e inclusive se recargará contra él, para frotar mas fuerte.
La glándula de la cola es usada después que ha dejado su "firma" con al glándula temporal. Esto se observa con facilidad cuando el gato se enrolla entre las patas de un mueble, o entre las piernas de su dueña al prepararle su comida, que el animal se enrosca alrededor de las patas o piernas, recargándose hacia adelante, permitiendo así que su frente frote el área primero, y después seguirá frotando el resto del cuerpo, para al final restregar la totalidad de su cola.

lunes, 4 de mayo de 2009

RETRATO DE ESCRITOR CON GATO NEGRO


A Eduardo Houghton Gallo y Percy Rodríguez Bromley
Francia es, sin duda alguna, el país del mundo con mayor densidad de caquita de perro por milímetro cuadrado de calle. y si los gatos no fueran tan independientes y meticulosos, hasta cuando hacen puff -aún recuerdo, casi íntegro, aquel poema tan popular en mi infancia, que en uno de sus versos afirmaba: «Caga el gato y lo tapa»-, la verdad es que nadie sabe qué ocurriría con cada milímetro cuadrado de Francia.
El tema de los animales domésticos, llamados también de compaía, puede incluso ocupar la primera plana de las más importantes publicaciones de París y de provincias, y no creo que en país alguno de este universo mundo se le haya dado tanta importancia al invento del perrito robot o del gatito ídem, como en la dulce Francia, al menos a juzgar por unos titulares en primera página del prestigioso diario Le Monde.
Ha sido en Japón, naturalmente –todos sabemos lo copiones que son los nipones: nadie ha logrado superarlos–, donde se han inventado los primeros animalitos de compaía robot-gatito, robot-perrito (reconoce la voz de su amo y todo) y robot-canarito, que hasta maúllan, ladran y cantan tal cual, o sea con las más sinceras y vívidas onomatopeyas. Y, por supuesto, la reacción de la Sociedad Protectora de Animales de Estados Unidos, de Francia y de otros países miembros de la Comunidad europea, no se ha hecho esperar. Toda una delegación multinacional de sus miembros, presidida por Brigitte Bardot, acaba de llegar a Tokio, con el fin de tomar cartas en el asunto y decidir si aquellos robots de compaía tienen animalidad o no. En fin, que se trata de un tema realmente delicado y que puede dar lugar a una polémica tan larga y violenta como la que, en la España del siglo XVI, enfrentara al padre Vitoria y a fray Bartolomé de las Casas con Ginés de Sepúlveda, cuando el asunto aquel de si los indios de América española tenían alma o no.
Un caso aparte es el del loro, pajarraco de compaía ante el cual el incomparable poder copión de la inventiva nipona parece encontrarse atado de pies y manos. La copia perfecta y, por ende, la animalidad, resultan prácticamente imposibles, por lo que su producción y venta en serie puede representar un grave riesgo para cualquier empresa que adquiera la patente. Y resulta lógico, claro. Porque si los dichosos loros nacieran hablando ya, nada más fácil que fabricar series enteras de robots-lorito que emitan inglés, francés, castellano, etcétera, con todos los acentos que uno quiera. Pero, cómo hacer para que un loro vaya aprendiendo poco a poco a emitir en portugués, con su acento y todo, en Brasil, por ejemplo, y -he aquí el quid de la cuestión- que además lo vaya haciendo paulatinamente y en la medida en que su amo desee que se ponga a hablar como una lora, o no.
...Ah, sí, hay algo más que se me estaba olvidando. Cuando los turistas del mundo entero empezaban ya a soñar con una Ciudad luz de limpísimas y nada resbalosas veredas, cuando alcaldes de ciudades grandes y pequeñas, de pueblos y aldeas de toda Francia lanzaban campanas al vuelo y hacían saber urbi et orbi que por fin se le había encontrado una solución a un insuperable problema de higiene y seguridad públicas, varios millones de personas han clamado, y no necesariamente en el desierto, que robots sin caquita, eso sí que no.
Y es que, si uno observa detenidamente el asunto, resulta muy cierto que no son sólo sus amos los que sacan al perrito a hacer su puff, un par de veces al día, si no más. Fíjense ustedes bien, y van a ver hasta qué punto son millones y millones los seres humanos que necesitan que el perrito los lleve a ellos a pasear, y no sólo por puff. Fíjense ustedes y verán.
Total que, en un país tan democrático como Francia, tan libre expresión y derechos humanos, tan ejemplar en estos y en otros asuntos, qué otra cosa se puede esperar más que un referéndum sobre el tema caquita-sí-o-caquita-no, responda usted Ouio u Non...
ues en todas estas cosas, ni más ni menos, andaba pensando Rodrigo Gómez Sánchez, la noche del día triste aquel en que su esposa lo obligó a tomar una decisión: o el gato o ella.
-Y mira, Rodrigo, que además de todo te estoy dando una semana para que te lo pienses. Más buena de lo que soy no puedo ser, pero eso sí: si a mi regreso del sur, dentro de una semana, encuentro a ese monstruo en casa, me largo. ¿Me oyes, Rodrigo?
-…
-¡Me largo!
-Ya, Betty, ya. Ya te oí.
-Entonces, chau. .
-Chau chau, mujer.
Era bastante injusto el asunto, la verdad, pues había sido Betty la que había insistido en traer al monstruo aquel al departamento enano del bulevar Pasteur. Rodrigo se opuso siempre a que le metieran animal alguno en un dos piezas en el que apenas cabían su esposa y él, y una y otra vez alegó que para tener animales domésticos se necesita una casa grande, y por lo menos un jardincito.
-Como en Lima, Betty, donde los perros y los gatos caseros son felices porque les sobra espacio para correr y jugar. Aquí, en cambio, ya sabes tú. Aquí los castran, los abandonan días enteros, los tiran a la calle en vacaciones, les pegan... En fin, piensa, Betty... Para tener un animal doméstico en París hay que ser, cuando menos, europeo. Y nosotros somos peruanos. Venimos de otro mundo... Del Nuevo Mundo, nada menos... Del inmenso espacio americano... En Lima hay casas en las que hasta un león puede correr feliz por el jardín e incluso bañarse en la piscina, sin que los niños que juegan a su alrededor corran el menor peligro... ¿Me entiendes, Betty?
-Mira, Rodrigo, si en vez de ponerte a soñar tus novelas, las escribieras...
-Juan Rulfo sólo escribió dos libritos, y es un genio, un inmortal...
-Mira, idiota, vuélveme a mencionar los dos libritos de Rulfo y yo mañana mismo, a primera hora, te traigo dos gatos, en vez de uno.
Y así, entre amenaza y amenaza, llegó Gato Negro al departamento enano de los Gómez Sánchez. y llegó tal como se iba a ir, o sea ya viejo, ya inmenso de gordo, ya horroroso y encima de todo ya absolutamente neurótico. Llegó sin edad y sin nombre, e igualito se iba a ir, porque lo de Gato Negro era una mera convención, una forma de llamar a ese espantoso animalejo que los Gómez Sánchez empleaban sin el más mínimo resultado, sin que el tal Gato Negro les hiciera nunca el menor caso, sin que se diese siquiera por aludido ni se dignara soltarles un maullido, pegarles una miradita o hacer algo con esa inmensa cola, por lo menos, cuando de cosas tan importantes como su comida se trataba. Nada. Nada de nada.
O lo que el Gordo Santiago Buenaventura, el único amigo divertido que tenían los Gómez Sánchez, solía explicarles así:
-Ese pobre gato no está acostumbrado a oír un francés tan malo como el que ustedes dos hablan. ¿No les da vergüenza? Como treinta años en París y siguen sin aprender el idioma. Todo un récord. ¿Y qué culpa puede tener ese pobre bicho? Por más horroroso y neurótico que sea, de eso sí que no lo pueden culpar. Está en su país y tiene sus derechos.
Gato Negro jamás escuchó estas conversaciones. Jamás supo, tampoco, que entre todos los amigos de Rodrigo había uno que, por lo menos, no lo odiaba tanto. Y es que poco a poco fue desapareciendo en el departamento enano de los Gómez Sánchez. Simple y llanamente se metía en el cajón inferior de la única cómoda que éstos poseían (situada, nada menos, que en el dormitorio del dos piezas) y ahí permanecía una eternidad, antes de que alguien lo volviera a ver. ¿Cómo lograba abrir el cajón el animal ese de miércoles? Inútil intentar saberlo, porque Gato Negro era como invisible. Y el día en que al cajón le pusieron una chapa y le echaron llave, Gato Negro, silenciosísimo, además de transparente, sencillamente abrió un agujerote por el lado izquierdo de la cómoda y volvió a tomar posesión de su mundo.
De ahí sólo salía para comer, pero ¿en qué momento, diablos?
Los Gómez Sánchez se desesperaban. ¿Era total indiferencia o puro despecho lo de ese miserable gato? Rodrigo pensaba que era despecho, estaba seguro de que era purito despecho de un animal que, debido a lo enano que era el departamento, tenía que oírlos cada vez que se repetía la eterna y odiosa discusión que lo concernía:
-Hoy te toca darle de comer a ti, Betty.
-A mí nunca me toca darle de comer, idiota. Yo le abro su lata esa asquerosa sólo cuando me da la gana...
-Pero habíamos quedado en turnamos, mujer. Al menos cuando no estás de viaje.
-Sí, pero yo trabajo, y tú no escribes.
Las horas y el lugar en que meaba o defecaba Gato Negro fueron siempre un misterio para sus dueños, aunque en algún momento tenía que pegarse su escapada callejera o techera, porque de lo contrario un departamento tan enano como ése hace siglos que habría empezado a apestar a muerte. Pero bueno, éste era un problema que los Gómez Sánchez ni se planteaban, casi.
-Alguna virtud tiene que tener ese asqueroso animal-repetía, muy de tarde en tarde, Betty Gómez de Gómez Sánchez-. Alguna virtud tiene que tener el monstruo ese.
Y puede ser muy cierta la siguiente explicación del Gordo Santiago Buenaventura, el único amigo divertido que tenían Betty y Rodrigo:
-Con toda seguridad, Betty, Gato Negro te ha oído decir esas cosas de él, un día en que andaba de muy mal humor, debido a un fuerte y perseverante insomnio. Si no, ¿qué otra explicación puede haber para semejante cambiazo, así, de la noche a la mañana...?
En efecto, qué otra razón podía haber para que, en menos de lo que canta un gallo, se produjera un cambio tan grande en el comportamiento de Gato Negro. De una vida tan encerrada en sí mismo, y en el cajón de la cómoda, que lo volvía prácticamente invisible, Gato Negro se convirtió en una verdadera ladilla, en una real pesadilla para Betty Gómez de Gómez Sánchez. Pulga, ladilla, chinche, el gato del diablo ese, siempre tan inmóvil, siempre tan pesadote y tan lento, ahora en una fracción de segundo aparecía y desaparecía tras haberse meado bien desparramadito por toda la maleta ya lista para cerrar de la tal Betty.
Ella que tanto preparaba sus equipajes, ella que se gastaba en ropa una fortuna que para nada tenía y ella que estaba a punto de cerrar su maleta, imitación Louis Vuitton, y salir disparada rumbo a la estación de tren, rumbo al aeropuerto. jMierda! jGato de mierda! ¡En qué momento le había desparramado toda esa pestilencia sobre sus blusas de seda y sus faldas de marca! ¿En qué momento, ¡mierda!, si ella no se había movido del dormitorio y la maleta tampoco de ahí encima de la cama? Y ahora, ¿qué...?
El tren se le había ido otra vez, una mañana, el avión se le había ido también otra vez, una tarde. Citas a las que no se llegó, posibles ventas que no se hicieron y un jefe que me amenazará nuevamente con despedirme. Betty Gómez de Gómez Sánchez trabajaba de visitadora médica en los laboratorios Roche-Laroche, y se pasaba la vida recorriendo Francia en tren o en avión, de norte a sur y de este a oeste, con mucho mérito, es cierto, pero también con una desmedida aunque siempre frustrada ambición económico-social.
O sea que dentro de una semana, cuando ella regresara de visitar médicos por el sur de Francia, el novelista sin novelas -bueno: algo es algo- Rodrigo Gómez Sánchez tenía que haber escogido ya: o Betty Gómez (la mujer de regular vida, remoto origen, de alma y aspecto sumamente huachafos, que él un día amó un poquito y que lo pescó, con llevada al altar y todo, de puro solo y César Vallejo que se sentía Rodrigo en París con aguacero) o Gato Negro, un animal horroroso pero que qué culpa tenía de nada, el pobre.
Rodrigo Gómez Sánchez (altote pero paliducho, sacolargo y desgarbo aparental, total, familia de muy respetable y doctorada burguesía provinciana, empobrecida cada vez más -y en Lima, que es lo peor de todo-, alma de artista grande, permanente indecisión de escéptico de marca mayor, memoria prodigiosa, bondad total, indefensión ídem, y vida bohemia que, por un descuido de solitario, se le acabó un día ante un altar) cerró la novela de Luis Rafael Sánchez que estaba leyendo, aunque no sin que antes su asombrosa memoria registrara una serie de frases de ese gran amigo y escritor puertorriqueño, que realmente le dieron mucho que pensar. La bohemia es el credo de descreer, era una de las frases por las que Rodrigo se sintió profundamente concernido. También le había gustado mucho eso de Los hombres se marchan fumando, pero, cosa rara, con todo lo noctámbulo y disipado que había sido él, en su vida había encendido siquiera un cigarrillo, aunque sí había admirado a muerte a esos hombres duros que, en el cine en blanco y negro y años cuarenta, no paraban de fumar y de llegar y de volver a marcharse fumando, pistola en mano y masticando un inglés absolutamente antishakespeareano.
Pero la frase de Luis Rafael Sánchez que más lo concernía, al menos hasta ese momento, es la que afirma que Una mujer indecente es lo penúltimo. ¿Qué es lo último, entonces? ¿El pobre Gato Negro? ¿Un animalejo que sólo logra defenderse a meadas -perfectamente bien desparramadas, eso sí- de la maldad de una gente con la que jamás, ni en su peor pesadilla, soñó vivir...? Sí, está muy bien eso de que los hombres se marchen fumando. Nada tengo contra ello, ni siquiera en el mundo antitabaco en que vivimos. Pero yo, si quiero portarme como todo un hombre, lo que realmente tengo que hacer es acercarme y no marcharme del problemón que me espera.
El regreso de Betty -¿lo penúltimo?-, dentro de sólo cuatro días, ya, era el tremendo problema al que Rodrigo Gómez Sánchez tenía que acercarse. Y cuanto antes, mejor, basta ya de parsimonias, oye tú. O sea que Rodrigo se incorporó con una desconocida agilidad, incluso con una limpieza de movimientos que él mismo calificó de felina -¿súbita simpatía por Gato Negro?-, y atravesó raudo el par de metros de ridícula salita-comedor-escritorio que lo llevaba hasta el teléfono y el único amigo realmente divertido que tenía, el Gordo Buenaventura.
-Oui,j'écoute...
-Santiago, viejo... Soy yo... Rodrigo...
-¿Qué pasa, antihéroe?
-Gato Negro, hermano... Gato Negro y un ultimátum... Betty regresa del sur dentro de cuatro días y...
-No entiendo nada, compadre... ¿Le pasa algo a Betty?
-No, no... Pero me ha asegurado que si regresa y encuentra a Gato Negro, se va ella de la casa.
-¿Casa? ¿De qué casa me estas hablando? ¿O estás borracho?
-Del departamento, perdón... Betty se larga para siempre del departamento, de mi vida, de todo...
-jCojonudo, antihéroe...! ¿Qué más quieres? Dispondrás de un par de centímetros cuadrados más, para empezar. Y mira, ahora que lo pienso bien: tú deja que llegue Betty, pero antes métele un buen valium a Gato Negro en la leche. Así ella te encuentra con michimichi bien dormidito y ronroneando feliz entre los brazos, y tu elección habrá quedado clarísima, sin que tengas ni que abrir la boca, siquiera. Betty se larga, entonces, y en seguida llego yo y te acompaño donde un veterinario para que le ponga una buena inyección a ese pobre infeliz...
-¿Matarlo, dices, Santiago? ¿Mandar matar yo a Gato Negro?
-Exacto. Y recuperar tu total libertad. Y volver a tu vida bohemia, o de vago, como prefieras llamarla. A lo mejor hasta te da por escribir algo, viejo...
-Yo no podría matar a ese animalito...
-Ah, caray, conque ahora ya es animalito el monstruo ese...
-Santiago...
-Escúchame, Rodrigo... Morir debe ser para ese pobre gato una verdadera liberación. Y te lo juro: yo, en su lugar, ya me habría suicidado... O sea que nada pasará con pegarle su ayudadita... Te lo agradecerá, incluso, desde el otro mundo. Suicídalo y vas a ver...
-Más difícil que anestesiar un pez, operarlo y sacarle las tres letras.
-¿Qué dices? Repite, por favor.
-Nada. No tiene importancia. Era una frase de Luis Rafael Sánchez. Se me vino de golpe a la cabeza y se me escapó.
-Y yo algo creo haber entendido... ¿Me equivoco si te digo que esas palabras tienen algo que ver con el ultimátum de Betty?
-Bueno, sí, lo reconozco...
-¿Y qué vas a hacer, entonces? Porque de regalar al pobre Gato Negro, nada. Imposible. Ni con plata encima te acepta nadie a semejante monstruo. Si además parece que, en edad de animales, nos lleva como mil años...
Por llamadas telefónicas, Rodrigo Gómez Sánchez no se quedó corto. Agotó incluso su agenda, y a veces con llamadas tan absurdas como las interurbanas, a algunos conocidos de provincias. Santiago Buenaventura tenía toda la razón. Nadie, absolutamente nadie, le iba a aceptar jamás a Gato Negro. Y faltaban sólo tres días para que llegara Betty.
Y ahora faltaban ya sólo dos días para que llegara Betty y la única novedad era que Rodrigo había intentado enchufarle a Gato Negro al viejo y solitario portero del edificio en que vivía. Le explicó, larga y tendidamente, su muy difícil situación a monsieur Coste, con una voz cada vez más arrodillada, cada vez menos voz, cada vez más nudo y carrasperitas...
...Gato Negro... él mismo se ocuparía de Gato Negro, sólo que a escondidas. Por lo demás, el pobre animalito vivía invisiblemente, y monsieur Coste no viajaba nunca. y por último, el problema de la maleta de madame era un problema con su esposa, con nadie más en este mundo que con madame. Se lo juraba, sí, podía jurárselo, porque entre ayer y hoy debo haber hecho mi maleta unas veinte veces, encima de la misma cama, y Gato Negro ni se ha asomado, Gato Negro ha permanecido invisible en su cajón inferior de la cómoda.
-Mais, monsieur Gomés Sanchés, voyons...
-Comprenda usted, monsieur Coste, lo que significaría para mí que Gato Negro continuara viviendo en este mismo edificio...
El portero se convirtió en una puerta de madera y cristal llenecita de visillos sucios, una puerta a la que era ya completamente inútil pedirle algo, y resulta que ahora ya sólo faltaban un día y una noche para que llegara Betty, mañana por la mañana. Rodrigo Gómez Sánchez se sorprendió a sí mismo con un salto felino que lo sacó casi a propulsión de la cama -¿un salto felino, elegante, distinguido, de Gato Negro?-, sin tiempo siquiera para abrir los ojos y catar el sabor tan extraño y fuerte de aquel nuevo día, de aquel importantísimo amanecer. Veinte minutos más tarde, mientras tomaba un café con leche y mordía un pan frío, duro, sin mantequilla ni nada, migajoso, Rodrigo volvía a sorprenderse a sí mismo, pero esta vez sí que muy sorprendentemente: a Gato Negro ni Dios le iba a aplicar una inyección letal. La suya era una decisión tomada por un hombre cabal, un hombre de palabra, y de ahí sí que no lo iba a sacar nadie.
Ahora lo que faltaba era Betty, claro, pero entre el salto felino con que amaneció y la decisión cabal con que desayunó, a Rodrigo como que lo abandonaron para siempre sus energías físicas, psíquicas, también las éticas, y digamos que lo de la fuerza de voluntad jamás había sido su fuerte. O sea que hasta las once de la noche, lo único que hizo, aparte de permanecer en piyama ante una máquina de escribir en vacaciones, fue dejar lo mejor de su almuerzo en el plato de metal chusco en que comía Gato Negro.
...No nos engañemos, Rodrigo... ¿Por qué trajo Betty ese gato horroroso a este departamento enano...? Por dos razones. Primera: para hacerle un favor al Presidente Director General de los laboratorios en que trabaja. Segunda: porque entre sus desmedidas ilusiones está la de querer ser, o al menos parecer, francesa... y veamos ahora qué hay de malo en el punto número uno. Pues todo, en vista de que Betty sólo le hace favores a los que están por encima de ella, jamás a alguien que está por debajo. Y otra cosa mala, pésima, en este mismo punto. Cuanto más arriba está la persona, más humillante es o puede ser el favor que Betty le hace, como por ejemplo el de traerse a este departamento enano un gato del que el Presidente Director General quiere deshacerse por viejo, y del cual ni siquiera se toma el trabajo de decirle a ella el nombre... Atroz... Desde cualquier punto de vista, atroz.
Punto número dos, ahora... ¿Hay algo de malo en eso de querer ser, o al menos parecer, francesa? Bueno, para empezar su francés, que es realmente deplorable, muchísimo peor que el mío... Luego, esto de tener un gato para que la gente en París te sienta un poquito menos extranjera, lo cual querría decir que ya te sienten mínimamente francesa... Pobre Betty... Tontonaza... Tienes el alma huachafa, Betty, y por supuesto que ni sabes que en España, aunque con muy sutiles diferencias que, creo, sólo entendemos los peruanos, huachafo es sinónimo de cursi...
...La cursileria es un romanticismo limitado, escribió Ramón Gómez de la Serna. Pero bueno, basta, en vista de que ni sabes quién fue ese señor... Como tampoco sabes la diferencia que hay entre tu Gómez y el Gómez de mi Gómez Sánchez... y de romántica nada, tampoco... Trepadora, huachafa, acomplejada, ansiosa de borrar recuerdos peruanos para llegar a ser alguito más en París... Toma un borrador y borra tu llegada a Francia, Betty... Un grupo de hombres que vinieron a divertirse y se trajeron unas cuantas adolescentes de Lima, unas cuantas terciopelines, ni siquiera medio... y tú entre ellas... ¿Mala vida...? Ni siquiera eso, que puede llegar a ser hasta respetable... Una puta es un hecho contundente, escribe el poeta Eduardo Lizalde... Mexicano, y ni lo has leído ni lo leerás nunca, Betty... ¿Una mala vida? Qué va... Nada de eso... Una vidita regular... Una vidita de penúltima, en todo caso... y después yo, un cojudazo a la vela, eso sí que sí...
Se hubiera quedado la noche entera hablando consigo mismo Rodrigo Gómez Sánchez, pero en eso sonó el teléfono mil veces, como si la persona que llamaba supiera que alguien tenía que haber en el departamento. Y Rodrigo se descubrió a sí mismo con un trozo de pan frío y duro, sin mantequilla ni nada, migajoso, en una mano, y el auricular de un teléfono en una oreja.
-Sí… Ah, sí… Santiago, ¿no…?
-¿Y quién, si no, huevas tristes? ¿Por qué no contestas? Ya empezaba a temer que Gato Negro te hubiera puesto la inyección letal a ti.
-Mañana llega Betty... Por la mañana...
-Por eso te estoy llamando, precisamente, pero a ti te da por hacerte el interesante y no contestas. ¿Has tomado una decisión, por fin?
-Más difícil que anestesiar un pez, operarlo y sacarle las cuatro letras...
-Dos y dos son cuatro: pez se escribe con tres letras y gato con cuatro... Ho capito. L'ho capito tutto. Inmediatamente voy para allá.
-¿Para qué, si estoy en piyama?
-Para ayudarte, pues, antihéroe. Si no, ¿para qué voy a ir? Y es que tengo una gran idea, hermanón... Una gran idea y un costal de yute ad hoc...
NOTA: ¿Se puede imaginar un final menos cruel para el gato? Vale la pena intentarlo. Idea de base: Un cambio de fortuna, un gran vuelco, un gato muy viejo y muy feliz... Intentarlo, sí...
O sea que fue Santiago Buenaventura, finalmente, el que decidió que Betty y Rodrigo seguirían viviendo juntos en el departamento enano del bulevar Pasteur. Pero Gato Negro no murió. Todo lo contrario, empezó una nueva vida, una gran vida. Y hasta se podría decir que jamás en el mundo animal alguno ha conocido un cambio de fortuna mayor que el de Gato Negro, que ahora se llama Yves Montand. Así lo ha bautizado su nueva dueña (vieja y sabia prostituta sin proxeneta, o sea una mujer de la vida, sí, pero valiente e inteligente como ninguna, o sea que también con grandes ahorros), de nombre Josette, que lo recogió en el Bois de Boulogne la misma noche congelada en que Santiago Buenaventura y Rodrigo Gómez Sánchez descendieron de un taxi con un costal que se había vuelto loco en el camino.
-Merde, merde, et encore merde! –fueron las últimas palabras de un taxista que huía despavorido, tras haber dejado a ese par de inmundos metecos de mierda ante un árbol y una puta que realmente le impedían ver el bosque.
Esos dos inmundos metecos y el costal loco eran, por supuesto, Santiago Buenaventura, Rodrigo Gómez Sánchez, y Gato Negro defendiéndose panza arriba y panza abajo y panza a un lado y panza al otro, también, cual verdadera fiera (en fin, como realmente se defiende un gato panza arriba), del obligado retorno a la naturaleza al que lo estaban sometiendo ese par de peruanos de mierda. Y es que el taxista ignoraba la inmunda nacionalidad meteca de los dos extranjas esos, pero Gato Negro no.
Fue derrotado, por fin, el pobre animalito, aunque lo correcto sería decir, más bien, que tanto Gato Negro como Rodrigo Gómez Sánchez fueron derrotados. Y es que, en el fondo de su alma, el novelista sin novelas -bueno: algo es algo- jamás deseó retornar a su animalito de compaía a la naturaleza ni a ningún otro lugar que no fuera su cajón inferior de la cómoda. Pero, en fin, ya sabemos que su amigo Santiago Buenaventura fue quien decidió por él.
-Anda. Vístete y busca a Gato Negro.
-¿Qué piensas hacer con él?
-Tú confía en mí y haz lo que te digo. ¿O no he sido yo tu mejor amigo siempre?
-¿Y ese costal?
-iQue te vistas de una vez, carajo, te digo!
Por fin se vistió el saco largo de Rodrigo, y mientras tanto Gato Negro ni la más mínima sospecha de que todo ese desorden yesos gritos, a tan altas horas de la noche, lo concernían a él más que a nadie en este mundo. La idea era la siguiente: en vista de que el antihéroe, como nunca en su papel, se negaba a mandar a mejor vida, inyección mediante, a un patético gato al que de golpe se descubrió amando inmensamente (tanto que ahora era a Betty, a su esposa, a quien realmente deseaba abandonar, y no en el Bois de Boulogne, precisamente, sino en el mismito corazón salvaje de la selva amazónica), en fin, en vista de todo eso, Santiago Buenaventura, su mejor amigo, aparecía en el momento más oportuno y, costal, taxi y Rodrigo mediantes (aunque el antihéroe fue más bien un estorbo), ponía en marcha la única alternativa que quedaba: llevarse a Gato Negro al Bois de Boulogne y obligarlo, aunque sea a patada y pedrada limpia, a reinsertarse, a fuerza de instinto de conservación, en una naturaleza de la cual ignoraba absolutamente proceder, de tan urbano que era de padres a abuelos, y así para atrás en los siglos.
En fin, que también había que ver a qué tipo de naturaleza se le estaba obligando a retornar a patadas. Pues nada menos que a una naturaleza tan domesticada y bonita y tan colorida e inmóvil que ya casi parecía muerta. Y en qué maravilla de ciudad y en qué barrio tan chic, además, salvo por lo de las putas por aquí y putas por allá, con su farolito portátil y todo, porque de boca de lobo sí tenía la noche por esa zona tan recortadita y podadamente agreste del bosque y, claro, el cliente tiene que ver bien la mercancía.
Y ahí pareció quedarse ya para siempre Gato Negro, el patético felino gordo de los Gómez Sánchez del bulevar Pasteur y de orígenes familiares muy dispares, allá en el Perú. Sin embargo, determinadas características de su ensimismado carácter permitieron que Rodrigo Antihéroe olvidase muy rápido el horror que le produjo ver cómo, a patada y pedrada limpia, su animalito de compaía iba desapareciendo en la noche del bosque. Así era él, y en el fondo tenía la suerte de poder pasarse días y noches monologando interiormente, pero jamás dialogando íntegra y verdaderamente consigo mismo. Y esto, en un caso como el suyo, era en verdad una suerte, por ser su vida en general bastante mediocre y tristona.
La pena, claro, fue que Rodrigo Gómez Sánchez jamás llegara a enterarse del tremendo final feliz que tuvo la historia de Gato Negro. Fue tan bello aquel final, que ya sólo hubiera faltado que Betty se matara en el avión de regreso a París, para que también su patética vida matrimonial acabase apoteósicamente. Pero bueno, la suerte fue toda de Gato Negro, que, no bien se atrevió a asomar la aterrada cabezota por detrás de un árbol, aquella misma noche en que lo patearon a muerte y en dirección naturaleza, fue visto por Josette, una vieja y sabia mariposota nocturna que en un abrir y cerrar de ojos ya le había tomado un inmenso cariño, y que horas más tarde lo bautizó Yves Montand, con champán y entre regios almohadones. Muy poco después, ambos se jubilaron juntitos y terminaron sus días de leyenda en una pequeña villa de la Costa Azul, por supuesto que gracias al valor y la perseverancia de una prostituta que jamás tuvo proxeneta, o sea que pudo ahorrar horrores.
FIN

9 de noviembre, 1996. Acabo de arruinar «Retrato de escritor con gato negro». Pero, en fin, como dice -piensa, más bien- por ahí Rodrigo Gómez Sánchez, «algo es algo». Lo demás, lo de siempre. Lo más íntimo. Lo sólo mío. Pongo en mis escritos lo que no pongo en mi vida. Por eso creo que no los termino nunca. Y no pongo en mi vida lo que pongo en mis escritos. Por eso es que vivo tan poco y tan mal. En fin, qué diablos importa todo esto en un momento en que mi vida se limita a un gato y un bosque.
Sergio Murillo cerró su diario, lo ocultó de su esposa en el lugar de siempre y se dirigió a la cocina para recoger la bolsa de comida que, cada noche, desde hacía exactamente dos semanas, le llevaba a Félix, su gato. La depositaba en el mismo lugar del Bois de Boulogne en que tuvo que abandonar al pobre Félix, con la ayuda de su viejo amigo Carlos Benvenuto, ya que el pobre animalito era tan urbano que hasta parecía ignorar la existencia de los bosques, y se defendió literalmente como gato panza arriba. Nancy, en efecto, cumplió con su eterna amenaza y terminó obligándolo a elegir entre ese maravilloso gato y ella. Y claro, él no tuvo elección.
Pero bueno, Sergio Murillo ya sabía que esto del bosque se tenía que acabar. No le iba a durar toda la vida lo de andar llevando cada noche una bolsa llena de comida y recogiendo otra vacía, del día anterior. No, no se iba a repetir jamás el sueño aquel de un hombre que, hasta el día mismo de su muerte, se da una cita nocturna con un gato, siempre delante del mismo árbol. Lo de ahora, en cambio, podía ocurrir muy fácilmente. Y explicarse muy fácilmente, también. Un gato negro y urbano vive mal en el bosque, aunque alguien lo alimenta ocultamente. Por fin, un día, las fieras del bosque, que desde que apareció por ahí lo vienen espiando, descubren lo bien que se alimenta ese hijo de mala madre, y se lo devoran con su comida y todo. Alguien se siente tremendamente solo, en una pesadilla. Y llora en un taxi de regreso.
(*)Fuente: Extracto de Guía triste de París, de Alfredo Bryce Echenique

domingo, 3 de mayo de 2009

UN CRUCE


Tengo un animal curioso, mitad gatito, mitad cordero. Es una herencia de mí­ padre.
En mi poder se ha desarrollado del todo; antes era más cordero que gato. Ahora es mitad y mitad. Del gato tiene la cabeza y garras; del cordero el tamaño y la forma corporal; de ambos tiene los ojos, que son llameantes y dulces, el pelaje suave y ajustado al cuerpo, los movimientos a la par saltarines y furtivos. Echado al sol, en el alfeizar de la ventana, se hace un ovillo y ronronea; en el campo corre como un loco y nadie lo alcanza. Huye de los gatos y quiere atacar a los corderos. En las noches de luna su paseo favorito es la canaleta del tejado. No sabe maullar y abomina de los ratones. Horas y horas pasa en acecho ante el gallinero, pero jamás ha cometido un asesinato.
Lo alimento con leche; es lo que le sienta mejor. A grandes tragos sorbe la leche entre sus dientes de animal de presa. Naturalmente es un gran espectáculo para los niños. La hora de visita es los domingos por la mañana. Me siento con el animal en las rodillas y me rodean todos los niños de la vecindad.
Se plantean entonces las más extraordinarias preguntas, que no puede contestar ningún ser humano:
Por qué hay un solo animal así­, por qué soy yo su poseedor y no otro, si antes ha habido un animal semejante y qué sucederá después de su muerte, si no se siente solo, por qué no tiene hijos, cómo se llama, etcétera. No me tomo el trabajo de contestar; me limito a exhibir mi propiedad, sin mayores explicaciones. A veces las criaturas traen gatos; una vez llegaron a traer dos corderos. Contra sus esperanzas no se produjeron escenas de reconocimiento. Los animales se miraron con mansedumbre desde sus ojos animales, y se aceptaron mutuamente como un hecho divino. En mis rodillas el animal ignora el temor y el impulso de perseguir. Acurrucado contra mí­, es como se siente mejor. Se apega a la familia que lo ha criado. Esa fidelidad no es extraordinaria; es el recto instinto de un animal, que aunque tiene en la tierra innumerables lazos polí­ticos, no tiene uno solo consanguí­neo, y para quien es sagrado el apoyo que ha encontrado en nosotros.
A veces tengo que reí­rme cuando resuella a mi alrededor, se me enreda entre las piernas y no quiere apartarse de mí­. Como si no le bastara ser gato y cordero quiere también ser perro. Una vez -eso le acontece a cualquiera- yo no veí­a modo de salir de dificultades económicas, ya estaba por acabar con todo. Con esa idea me hamacaba en el sillón de mi cuarto, con el animal en las rodillas; se me ocurrió bajar los ojos y vi lágrimas que goteaban en sus grandes bigotes. ¿Eran suyas o mí­as? ¿Tiene este gato de alma de cordero el orgullo de un hombre? No he heredado mucho de mi padre, pero vale la pena cuidar este legado.
Tiene la inquietud de los dos, la del gato y la de cordero, aunque son muy distintas. Por eso le queda chico el pellejo. A veces salta al sillón, apoya las patas delanteras contra mi hombro y me acerca el hocico al oí­do. Es como si me hablara, y de hecho vuelve la cabeza y me mira deferente para observar el efecto de su comunicación. Para complacerlo hago como si lo hubiera entendido y muevo la cabeza. Salta entonces al suelo y brinca alrededor.
Tal vez la cuchilla del carnicero fuera la redención para este animal, pero él es una herencia y debo negársela. Por eso deberá esperar hasta que se le acabe el aliento, aunque a veces me mira con razonables ojos humanos, que me instigan al acto razonable.

(*)Fuente: Franz Kafka

sábado, 2 de mayo de 2009

EL GATO DE SCHRÖDINGER


El experimento del gato de Schrödinger o paradoja de Schrödinger es un experimento imaginario, concebido en 1935 por el físico Erwin Schrödinger para exponer uno de los aspectos más extraños, a priori, de la mecánica cuántica.
Cuando Schrödinger estableció su función de onda para las entidades cuánticas, esperaba dar una explicación más racional o con mayor sentido común a la teorí­a cuántica.
Schrödinger nos propone que supongamos un sistema formado por una caja cerrada y opaca que contiene un gato, una botella de gas venenoso, una partícula radiactiva con un 50% de probabilidades de desintegrarse en un tiempo dado y un dispositivo tal que, si la partícula se desintegra, se rompe la botella y el gato muere.
Al depender todo el sistema del estado final de un único átomo que actúa según las leyes de la mecánica cuántica, tanto la partícula como la vida del gato estarán sometidos a ellas. De acuerdo a dichas leyes, el sistema gato-dispositivo no puede separarse en sus componentes originales (gato y dispositivo) a menos que se haga una medición sobre el sistema. El sistema gato-dispositivo está en un entrelazamiento, Verschränkung, en alemán originalmente (La primera referencia aparece en una carta de Heissenberg en esta lengua).
Siguiendo la interpretación de Copenhague, mientras no abramos la caja, el sistema, descrito por una función de onda, tiene aspectos de un gato vivo y aspectos de un gato muerto, por tanto, sólo podemos predicar sobre la potencialidad del estado final del gato y nada del propio gato. En el momento en que abramos la caja, la sola acción de observar modifica el estado del sistema tal que ahora observamos un gato vivo o un gato muerto. Esto se debe a una propiedad física llamada superposición cuántica que explica que el comportamiento de las partículas a nivel subatómico no puede ser determinado por una regla estricta que defina su función de onda. La física cuántica postula que es posible calcular la trayectoria o la posición de una partícula, pero no los dos factores de manera simultanea, debido al Principio de incertidumbre de Heisenberg; por consiguiente la pregunta sobre la vida del gato sólo puede responderse probabilísticamente.
La paradoja ha sido objeto de gran controversia (tanto científica como filosófica) al punto que Stephen Hawking ha dicho: «cada vez que escucho hablar de ese gato, empiezo a sacar mi pistola», aludiendo al suicidio cuántico, una variante del experimento de Schrödinger.

viernes, 1 de mayo de 2009

LA CONSTELACIÓN DEL GATO


El Gato Félix fue una constelación ideada por Joseph Lalande (astrónomo francés, 1732-1807), quien se autodefiní­a como gran amante de los gatos y que, al incluirla en sus planisferios, dijo: Yo amo a los gatos, los adoro, y espero que después de sesenta años dedicados a la astronomí­a me perdonen el haber puesto uno en el cielo.
El único que también colocó esta constelación en sus planisferios, fue Angelo Secchi en 1878, luego, nadie más la volvió a mencionar y fue eliminada de los mapas astrales por una comisión de astrónomos en 1922.
El Gato Félix estaba formado por las estrellas de las constelaciones de la Máquina Hidráulica y la Hidra, en el cielo austral.

jueves, 30 de abril de 2009

EDUCACIÓN SENTIMENTAL


(...) El día que nací había un gato esperando al otro lado de la puerta. Mi padre fumaba en Mar del Plata, en el patio. Mi madre dice que fue un parto difícil, a las cuatro y veinte de la tarde de un día de verano. El sol rajaba la tierra. Los jóvenes Borges y Bioy Casares paraban cerca de ahí, en Los Troncos alucinando las historias de don Isidro Parodi. A Borges lo seguían los gatos. En una de sus fotos más hermosas está junto a María Kodama, que tiene uno en brazos; Borges lo acaricia como a un amigo.

A mi un gato me trajo la solución para Triste, solitario y final. Un negro de mirada contundente, muy parecido a Taki, la gata de Chandler. Otro, el negro Veni, me acompañó en el exilio y murió en Buenos Aires. Hubo uno llamado Peteco que me sacó de muchos apuros en los días en que escribía A sus plantas rendido un León. Viví con una chica alérgica a los gatos y al poco tiempo nos separamos. En París, mientras trabajaba en El ojo de la patria, en un quinto piso inaccesible, se me apareció un gato equilibrista caminando por la canaleta del desagüe. Para sentirme más seguro de mí mismo puse un gato negro al comienzo y uno colorado al final de Una sombra ya pronto serás.

Para decirlo mal y pronto: hay gatos en todas mis novelas. Soy uno de ellos perezoso y distante. Aunque nunca aprendí la sutileza de la especie. Ahora mismo, una de mis gatas se lava las manos acostada sobre el teclado y tengo que apartarla con suavidad para seguir escribiendo. Hace cinco meses que no prendemos un cigarrillo. Juntos sufrimos el vejamen de la abstinencia y la vida limpia. Hace unos meses esta habitación era un quemadero de fragancias maravillosas. Tabacos de la Argentina, de Cuba y de Holanda, ya no; resignamos algo de la utilería que compone a los duros: cigarrillos, sombrero, impermeable, el revolver de juguete. Los fantásticos vampiros de Matheson, entre los que estaban Laurel y Hardy y el realismo romántico de Chandler, sobreviven a las modas y las vanguardias porque el lector quiere verse ahí en sangre de papel. Necesita leer sus miedos. Con eso Stephen King escribe ahora una obra excesiva e inquietante. En uno de sus libros, un personaje acusa de plagiario al narrador, le mata el gato y se lo deja frente a la puerta. Es un momento insoportable en la literatura de terror. Algo cercano a los escalofriantes efectos de H.P. Lovecraft. Todos los escritores con corazón se han ganado un gato que los sigue y los protege. Tal vez el de Gibbins, cercado por el fuego, le haya pedido auxilio en nombre de los gatos inspiradores: el del Dante, el de Baudelaire, el de Lewis Carrol, el de Borges. Y ahí fue el director de pobres películas, a purificarse en el incendio y cumplir con el ritual de todos los demonios.

Un escritor sin gato es como un ciego sin lazarillo. No es posible usar al gato para nada personal, no hay manera de privatizarlos. En La noche americana, François Truffaut aconseja a los realizadores de cine no meterse jamás con un gato en acción. También me lo dijo Héctor Olivera a la hora de escribir el guión de Una sombra ya pronto serás. ¿Cómo hacer para que dos gatos de cine interpreten disciplinadamente a los que aparecen en la novela? Yo los puse en el libreto nada más que para aplacar mis miedos. Con una sonrisa, Olivera me dijo que estaba loco: un gato actor, el negro, tendría que seguir al personaje de Miguel Angel SoIá, lavarse a su lado, comerse una laucha y echarse a dormir.
El otro, un colorado, aparece al final, poco después de que Pepe Soriano, el Coluccini de la película, haya tenido una charla con Dios. Olivera decidió que no hubiera gatos, pero creo que estoy a tiempo de convencerlo de que ponga al menos una silueta. Cuando hablábamos de eso, todavía Gibbins no se había arrojado al incendio. Yo creía, Dios me perdone, que Matheson se había muerto de viejo. Pero no: allí estaba, peleando frente al fuego, apartando maderas en llamas, abriendo un camino para que su gato pudiera escapar con él. En el revoltijo alcanzó a salvar una carpeta con su último manuscrito. Es que siempre cuando uno rescata un manuscrito, hay un gato adentro.

Cuando yo era chico mi gato Pulqui era mono, león, pirata y bandolero. Yo lo acechaba entre las plantas del jardín y me le tiraba encima con el cuchillo de madera entre los dientes. Ahora mi hijo combate contra la gata Vírgula, que le devuelve los golpes. Son arañazos de mentira, en un revoltijo de sillas volteadas y malvones floridos. Las suyas, como las mías antes, son fantasías de selvas y mares, de castillos y mosqueteros. Esos años felices e irrecuperables en los que uno aprende, si aprende algo, que los gatos nos traen a domicilio el misterio de la creación. Chandler les atribuía toda la sabiduría y creía que provocaban la explosión creadora. Un día le pidieron que hablara de Philip Marlowe y prefirió que fuera Taki la que lo hiciera por él. Pretendía que era la gata quien escribía sus novelas bien entrada la noche: a mí suele pasarme algo parecido.

Richard Matheson perdió todo; la casa, los muebles y los premios, pero alcanzó a salvar lo esencial: esa mirada que lo sostiene por las noches, cuando la palabra no viene y la novela no avanza. Esa mirada que nos atornilla al sillón, ese ronroneo que precede a la llegada del diablo.

Poe, Lovecraft y Matheson asociaron los gatos al horror; en los dibujos animados Willam Hanna y Joe Barbera le dieron a Tom al papel de víctima y al ratón Jerry el de la picardía. El gato Félix fue un gran héroe yanqui de los años treinta, puritano y travieso. El Fritz the Cat, de Ralph Baskhi y Robert Crumb, sintetizó los eróticos y crueles años de mi juventud; apareciendo en 1968, Fritz es el primer gato de dibujo que vuelve de Vietnam, se droga, callejea de un prostíbulo a otro, fuma como un escuerzo, duerme con las mejores chicas, incluida su hermana, y termina asesinado por una gata vieja a la que había abandonado en tiempos mejores.

En cambio, Walt Disney detestaba a los gatos. Recién en 1970 se decidió a crear un personaje que, por supuesto, no le dejó éxito ni plata. Disney era uno de esos tipos que nunca se hacen querer por los gatos. Creo que fue Chandler quien lo dijo. No sé si en la biografía del detective Marlowe o en la propia. Hace unos días, una investigadora que prepara un libro de reportajes a escritores argentinos nos pidió a sus entrevistados que trazáramos cada uno una breve autobiografía. ¿Como hacerlo? ¿Cómo hablar de nosotros si no sabemos quienes somos? Le dije que yo no tengo biografía. Me la van a inventar los gatos que vendrán cuando yo esté, muy orondo, sentado en el redondel de la luna.

(*)Fuente: Educación Sentimental (fragmento) de Oswaldo Soriano

miércoles, 29 de abril de 2009

LA LEYENDA DEL GATO CAREY


Cuenta la leyenda que, hace varios siglos, el Sol le suplicó a la Luna que le tapara un rato, que le diera una coartada para ausentarse del cielo, para bajar a la Tierra y ser libre, aunque sólo fuera un momento. El Sol quería dejar de ser el centro del Universo, quería que nadie se diera cuenta de su presencia, pasar inadvertido para sentirse liberado de tanta presión. La Luna, ante tanta súplica, accedió, y un día de junio cuando el sól más brillaba, la Luna se acercó al Sol, y le fue cubriendo, poco a poco, para que a los mortales de la época no les sorprendiera de golpe la oscuridad.
El Sol, que desde lo alto hacía millones de años que observaba la faz de la Tierra, no lo dudó, para sentirse libre y pasar desapercibido se hizo corpóreo en el ser más perfecto, rápido y discreto que había; UNA GATA NEGRA. La Luna, perezosa, en seguida se sintió cansada, y sin avisar a su amigo Sol, se fué apartando. Cuando Sol se dió cuenta ya era demasiado tarde, salió corriendo hacia el Cielo, y tan rápido huyó, que se dejó en su morada momentánea parte de él; cientos de rayos de Sol se quedaron dentro de la Gata Negra.
Desde entonces, todos los gatos que nacieron de la Gata Negra eran lo que nosotros, por desconocimiento, llamamos GATOS CAREY. Su manto oscuro se ve roto por cientos de rayos rojos, amarillos y naranjas. Y lo que la gente tampoco sabe es que su origen solar les atribuye propiedades mágicas, ya que atraen la buena suerte y las energías positivas.
Murli es una gata solar, miles de rayos se distinguen en su manto, y si su cara se divide en dos (como sucede habitualmente en los "gatos carey") es para evidenciar su doble naturaleza; gatuna y divina).

martes, 28 de abril de 2009

TRISTE Y AZUL


Me gustan los obituarios. Creo que ya lo he contado alguna vez: lo primero que leo de un obituario es la edad del difunto. Hay difuntos jóvenes y difuntos viejos. La frontera entre la juventud y la vejez es cambiante porque depende de la edad del que la contempla. A los 20 años la gente de 50 nos parece mayor, pero cuando llegamos nosotros a los 50, el chip ha cambiado. Yo conocí a una señora que vivió casi un siglo y enterró a todos sus coetáneos. La vi en el funeral de una íntima suya, casi tan vieja como ella. Consciente de que le tocaba el turno, la señora no paraba de repetir, señalando el féretro de la amiga: «¡Pero si era joven!». Su frase me pareció muy ilustrativa. Para quienes bordean los 90, sólo los viejos de 100 son realmente viejos.
La edad, maldita edad. A fuerza de falsear la biografía propia, mucha gente llega a cambiar la Historia. Las personas que se quitan años intentan sembrar la idea de que tienen menos años de los que realmente cumplen. Pero eso es un acto de coquetería fallido. Al final, todo el mundo les calcula el doble de edad.
No se qué edad tendría el gato Soseki cuando murió. Ni lo quiero saber. A juzgar por lo que ha escrito Sánchez Dragó, era joven y gozaba de una vitalidad envidiable. El envejecimiento de las personas (humanas o animales, qué más da) nos prepara mentalmente para la muerte. Pero Soseki se ha ido muy pronto de este barrio y su dueño (que nunca lo fue, pues nadie llega a adueñarse de un gato) está ahora poseído por un profundo sentimiento de orfandad. Quien sabe: a lo mejor Soseki era inmortal y su paso por esta vida sólo le ha servido de apeadero. A Terenci Moix le conocí un gato que era faraón (Smenkaré), y con Fernando llegué tarde para conocer a Soseki, que se ha quitado de en medio siguiendo el radical procedimiento de los kamikaces.
El blog de Dragó (Dragolandia), que ahora está a media asta en señal de luto, ha recogido comentarios desapacibles de los lectores. Hermosos también, pero eso no sorprende. Ante un trance luctuoso lo mínimo que cabe esperar es silencio. A Fernando lo han llamado vago por abandonar el blog para lamerse la herida de la ausencia. Es injusto. Esta sociedad regala días libres por la muerte de un familiar al que odias, pero los niega por la muerte de un animal al que amas.
La muerte de Soseki me pone sobre aviso. El día que Soseki murió, una de mis gatas (Troskita, la reina de la casa) estaba desaparecida en combate. Y digo bien: en combate. Tras largas horas de ausencia, llegó hasta la puerta de la cocina hecha un cuadro. Yo no me quito años, pero se los quito a mis gatas. Hoy le hablo de Soseki a Troskita, que empieza a mover lentamente el rabo. Ella está en su penúltima vida. Todavía nos queda tiempo para salir juntas al jardín a afilarnos las uñas en los árboles.

(*)Fuente: Carmen Rigalt (Publicado en El Mundo, 04-12-08)

lunes, 27 de abril de 2009

AQUÍ YACE UNA GATA


Aquí yace una gata
Era como la conciencia de un usurero.
Amasaba ratones más que un médico amasa enfermos.
Maullaba como un tenor de la Scala.
Se henchía como un diputado en el Parlamento.
Dormía como un senador en el Senado.
Robaba como un farmacéutico.
Era prudente como cierto almirante.
Era astuta como un empresario.
Era sospechosa como un policía.
Absoluta como un gobernador.
Era cortés, como no lo es un empleado.
Esquivaba la fatiga como un magistrado.
Era alegre como una muchacha al principio de enamorarse.
Era loca como un poeta, falsa como un periodista.
Era inteligente, como no lo es un jurado.
Fiel como no lo es una mujer.
Devoraba peces como el ministerio devora millones.
Tú que pasas por aquí, dime si este animalito, una pobre piedra no merecía, mucho más que algunos a quienes se han alzado espléndidos mármoles.

**Este epitafio lo escribió el marqués de Caccavone (Nápoles 1894), a su querida gata**

domingo, 26 de abril de 2009

LOS ARISTOHATOS: TODOS QUIEREN SER GATOS JAZZ

Está ambientada en París, en el año 1910. Trata de una anciana muy rica (Madame Adelaide Bonfamille)que vive feliz con sus gatos en una casa grande de un barrio rico. La única persona que tiene es a su mayordomo, Edgar, un hombre en apariencia fiel y trabajador. La gata de esta señora, que se llama Duquesa, habita en esta mansión con sus tres traviesos gatitos (Toulouse, Berlioz y Marie). Ni ella ni su dueña sospechan que el mayordomo intenta matar a los gatos porque están en un lugar preferente en el testamento de la anciana: al morir ella los gatos recibirían la herencia. En caso de que murieran los gatos, toda la fortuna pasaría a manos de Edgar.

Un día el mayordomo los abandona lejos de su hogar, para que no puedan encontrar el camino de vuelta y así hacer creer a la anciana que han muerto. Pero consiguen regresar a casa con la ayuda de Tomás O'Malley, un gato arrabalero (callejero). O'Malley siente algo por Duquesa, y por ello decide ayudarla, aunque le supone un gran riesgo. Unos amigos del vagabundo, músicos de jazz, ayudarán también.

sábado, 25 de abril de 2009

EL GATO Y LAS PULGAS


Las pulgas no son sólo una molestia por su picazón, sino también una fuente de contagio de enfermedades (recordemos que las pulgas que tenían las ratas, propagaron la epidemia de la peste durante muchos siglos por toda Europa).
Para las pulgas encontramos en la consulta del veterinario o en los comercios muchos productos pero deberíamos optar siempre por aquellos menos tóxicos. Recordad que perros y gatos necesitan, a menudo, productos diferentes y sería perjudicial usar el mismo (revisar indicaciones del producto o consultar al especialista).
Los productos a base de Piretrina (se obtiene de la planta Crisantemo) son de los más eficaces y menos tóxicos.
Vigilemos que nuestros gatos no coman ratones ni animales silvestres ya que estos suelen estar plagados de pulgas.
A nivel interno tenemos un aliado fantástico en la Levadura de Cerveza ya que, aparte de dejarles un pelo brillante y fuerte, ahuyenta las pulgas. La vitamina B1 es la responsable. Algunos estudios dicen que ayuda a que la sangre tenga un olor que a los parásitos como pulgas y mosquitos les parece muy desagradable. De ahí que piquen a algunas personas y no a otra. Aclaremos que eso no tiene nada que ver con el olor corporal. Es algo que sólo detectan estos animalitos.
Aparte de este efecto ahuyenta pulgas, la levadura les supone también un gran aporte de nutrientes como el Hierro, B12, Zinc, Cromo, proteínas y vitaminas del grupo B.
La dosis depende del animalito. En general una cucharadita de las de postre de levadura de cerveza mezclada en su pienso es suficiente.
Este tipo de levadura se vende en herbolarios y tiendas de productos naturales.
A nivel externo, podemos añadir al champú o gel de nuestra mascota dos gotas de aceite esencial de árbol del Te y una de esencia de Poleo, en cada dosis de champú o gel a utilizar.
Recordemos que siempre que queramos introducir cambios en la alimentación de nuestra mascota o usar algún producto a nivel interno o externo hemos de preguntar siempre primero a nuestro veterinario. Es él quien decidirá si en el caso concreto de nuestro animalito lo podemos hacer servir o no y en que dosis.
En todos los casos os recomendamos consultar con su médico, terapeuta u otro profesional de la salud competente. La información contenida en este post tiene una función meramente informativa.

viernes, 24 de abril de 2009

PANGUR BAN, EL GATO BLANCO


Yo y mi gato Pangur Bán
Seguimos parejo plan;
Mientras él caza ratones
Cazo yo las emociones.

Lejos del loor mundano
siéntome, lápiz en mano;
Pangur mira y, sin rencor,
Pone en obra su labor.

¡Cuán gozoso vernos es
disfrutando del placer,
cada uno en el hogar
 con su deleite y solaz!

A menudo un ratón pasa
ante Pangur, y lo caza;
una palabra a menudo
en la red cae, y la anudo.

Frente al muro, la mirada
fija él feroz, descarnada;
frente al muro del saber
templo yo mi parecer.

¡Para el gato, qué gentil
si un ratón deja el cubil
!¡Para mi, qué regocijo
si alguna duda corrijo!

En la casa, sin boato,
yo y Pangur Bán, mi gato,
cada uno por su parte
afinamos nuestras artes.

(*)Fuente: Anónimo Gaélico: atribuido a un discí­pulo de San Patricio, patrono de Irlanda, fue escrito en el margen de un manuscrito de las Epí­stolas de San Pablo por un estudiante irlandés, probablemente del siglo IX.

**Dedicado a M.A. y su Gato Pangur (más malo que arrankao...)**

jueves, 23 de abril de 2009

EL REY SABIO


Había una vez un rey gato que respondía con sabiduría todas las preguntas que le hacían; cada súbdito que se presentaba ante él salía con la respuesta justa a su pregunta. Cierto día un joven gato, celoso de su sabiduría, se propuso tenderle una trampa, iría donde el rey y con pequeño pájaro en su boca le preguntaría si éste estaba vivo o muerto, si el rey gato decía que estaba vivo, él apretaría al pájaro entre sus colmillos y, al cerrar su mandíbula, éste habría muerto... y el rey gato se habrá equivocado; si contestaba que estaba muerto éste lo dejaría volar... y el rey se habrá equivocado, se sentía orgulloso, su plan no podía fallar. Fue así que llegó ante el rey gato y expuso su pregunta:
-Dime si éste pájaro que tengo en mi boca está vivo o está muerto.
El rey gato después de mirar al joven gato a los ojos le respondió:
-Querido amigo porqué me preguntas eso a mí si la respuesta está en tu boca.

(*)Fuente: Carmen Rodrigo

miércoles, 22 de abril de 2009

LEYENDAS ÁRABES SOBRE GATOS


Cuenta una leyenda, que la gata favorita de Mahoma, Muezza, estaba profundamente dormida sobre la túnica del profeta, cuando alguien le llamó. Entonces, para no interrumpir el descanso de su animal favorito, cortó su túnica y abandonó la habitación muy despacio, con extremo cuidado y volviendo la vista hacia atrás enternecido.

Los turcos describen la curiosa variedad de gatos blancos con ojos dispares como "regalos de Alá" o "tocados por Alá". Quizá porque algunos gatitos blancos nacen con marcas de color en su cabeza, las llamadas "marcas de Alá". O tal vez porque Muezza, la gata idolatrada por Mahoma de la que ya hablamos, era un ejemplar blanco de ojos dispares…

Otro mito habla de los llamados "gatos de los deseos": si alguien tiene un deseo muy fuerte, para que se cumpla debe colocar un gato en su regazo y susurrar en el oído del animal su petición. Después le ofrecerá abundantes golosinas, y si al gato le gustan, el deseo se cumplirá. Pero esto sólo ocurre si es realmente un "gato de los deseos". Aunque nadie sabe de su existencia con seguridad, porque trae mala suerte si alguien cuenta que gracias a su gato su deseo se ha hecho realidad…

Según una superstición del pueblo turco, su líder Mustafa Kemal Atatürk (fundador de la República de Turquía) renacerá algún día y se reencarnará en un Angora Turco blanco con un ojo verde y otro ámbar. Es por esto que los gatos con ojos dispares son reverenciados en Turquía y reciben el nombre de Ankara kedi.

La relación del Islam con los gatos es muy curiosa: un devoto de Mahoma debe respetar y cuidar a todas las criaturas de Alá. Debe alimentarlas, pero no permitirles que compartan su mismo espacio vital. Por esta razón, los mercaderes turcos, especialemente los vendedores de alfombras, tienen a sus Angoras Turcos en sus tiendas y almacenes.

De esta forma, este grupo social relativamente adinerado ha conseguido preservar esta raza y ayudarles a reproducirse sin contradecir sus creencias y sin tener problemas existenciales. Y por ello, el Angora Turco es también un símbolo de cierto "status" social y se considera que, si alguien te lo regala, te concede un gran honor.

martes, 21 de abril de 2009

SOBRE EL MALTRATO A LOS ANIMALES


Goethe (1749-1832) Poeta Alemán
"El profundo respeto religioso por aquello que está por debajo de nosotros, incluye naturalmente también al reino animal, e impone a los hombres la obligación de respetar y proteger a las criaturas que están por debajo de él".
Pitágoras (s. VI a. de Cr.), filósofo griego
"Todo lo que el hombre hace a los animales, regresa de nuevo a él. Quien corta con un cuchillo la gargante de un buey y permanece sordo ante los bramidos de temor, quien es capaz de matar impávido a un atemorizado cabrito y se come el pájaro, al que él mismo ha alimentado, ¿Cuán lejos está del crímen un hombre así?".
"La tierra regala riqueza profusamente y alimento pacífico. Y os brinda alimentos que están libres de muerte y de sangre".
"Aquellos que matan animales y se comen su carne están más inclinados que los vegetarianos a masacrar a sus semejantes".
Jean Paul (1763-1825), poeta francés
"¡Oh justo Dios! ¡Cuantas horas de martirio de animales sirven para dar al hmbre un único minuto de gusto para su paladar".
George Bernhard Shaw (1856-1950), dramaturgo irlandés; Premio Nobel 1950
"¡ Los animales son mis amigos, y yo no me como a mis amigos!".
"Tanto tiempo como sean los hombres las tumbas andantes de los animales matados por ellos, habrá guerras en esta tierra".
Wilhelm Busch (1831-1908), poeta y dibujante alemán
"Una verdadera cultura humana existe solamente cuando no sólo el devorar a seres humanos, sino cuando todo tipo de deleite por consumir carne es considerado como canibalismo".
"El cuchillo brilla, los cerdos gritan, al fin y al cabo hay que aprovecharlos. Pues cada uno piensa: "¿para qué necesitamos un cerdo si no lo aprovechamos del todo? Y todos sonríen, y roen igual que los canívales, hasta que se diga, ¡que asco! al jamón de Westfalen".
Fancois Voltaire (1964-1778), filósofo de la ilustración y escritor francés
"Cierto es que ese atroz baño de sangre que tiene lugar ininterrumpidamente en los mataderos y cocinas, ya no nos parece un mal. Por el contrario, consideramos estas atrocidades, que a menudo resultan pestilentes, como una bendición del Señor y le damos las gracias en nuestras oraciones por nuestros asesinatos. ¿Puede haber acaso algo más repugnante que alimentarse continuamente de carne de cadáveres?.

lunes, 20 de abril de 2009

EL GATO SUSCEPTIBLE

Se encuentran dos gatos y uno le dice al otro:

-Hola, amigo ¿cómo estás?

Y el otro gato le contesta:

-Pues...¡anda que tú...!

domingo, 19 de abril de 2009

EL INVITADO DE LA SEMANA: EL CONEJO


Tranquilos, dulces, tiernos, suaves, mimosos, enanos, medianos, grandes y coloridos, son algunos de los tantos adjetivos que bien pueden describir a estos bellos animales. El conejo, ese peluche viviente es aceptado hoy como mascota de compañía gracias a su docilidad y apariencia.
Los conejos han pasado de ser animales de granja a ser considerados simpáticas mascotas, hoy miembros de la familia en muchos hogares.
No os comais a mis amigos los conejos ¿vale?.
Ronronitos para todos
Henriketo

sábado, 18 de abril de 2009

LA LEYENDA DEL GATO SIAMÉS


Cuenta la leyenda que los gatos siameses eran muy difíciles de obtener y era sólo regalo como un favor especial del Rey de Siam, reino ahora conocido como Tailandia, que mantuvo la raza enteramente dentro de su palacio como el gato real de Siam.Era considerado un animal sagrado. Sus dueños eran de sangre real y/o sacerdotes.El robo de uno de los Gatos Reales de Siam de la Corte Real era castigado con la muerte.
El primer siamés que apareció en Inglaterra fue un obsequio del Rey de Siam a el Cónsul General Británico en Bangkok –Owen Gould- en realidad fue una pareja de siameses y estos fueron exhibidos en Londres, por su hermana, un año después en Palacio de Cristal en 1871 y ellos aparecieron en exposiciones Americanas por el siglo XX temprano.
Entre 1884 y el fin del siglo varios gatos siameses se importaron en este país y fueron registrados. Nacía una raza, show y competencias.Se cuenta que los gatos siameses solían tomar parte de los funerales de los reyes tailandeses. Se los colocaba dentro de la tumba del monarca y cuando salían por un orificio dejado para tal propósito, se decía que el alma del rey había entrado en el gato como parte de su viaje a la siguiente vida.
El Siamés es, quizás, una de las razas de gatos más conocidas a nivel popular. El color del Siamés original era el clásico “seal point” (color foca): puntos castaños y cuerpo color crema cálido. Con el paso del tiempo, los criadores desarrollaron más colores con sus programas de cría, pero llevó mucho tiempo reconocerlos.
Recién en 1931 se aceptó el color blue como una variedad más. En los 50s y 60s se aceptaron los colores chocolate y lilac point y, aproximadamente a mediados de los 60s, se aceptaron los tabby points y los red points. Aún hoy, entidades como la CFA (USA) no reconoce otros colores que los clásicos seal, blue, chocolate y lilac.
El siamés original tenía ojos estrábicos y anillas en la cola. El estrabismo y los nudos (kinks) en la cola son considerados hoy faltas graves, pero alguna vez fueron tan comunes que se tejieron toda clase de leyendas alrededor de ellos.
Una leyenda cuenta sobre una valiosa copa perdida y dos gatos Siameses encargados de buscarla. Cuando ellos encontraron la copa, un gato se quedó para cuidarla mientras el otro regresó con las buenas noticias. El gato de guardia, una hembra, estaba tan angustiada de poder extraviarla nuevamente que ciñó su cola herméticamente alrededor de ella y la sostuvo tan firme que su cola se retorció permanentemente. Y todo el tiempo en que estuvo esperando el regreso del otro gato, miró fijamente la copa pues temía que ésta desapareciera y sus ojos quedaron bizcos.
Otra leyenda cuenta sobre una princesa que, cuando tomaba sus baños, temía que le robasen sus anillos y entonces se los confió a su gato Siamés. Ella puso los anillos en la cola del gato pero, cuando el gato se durmió, los anillos se cayeron. Así que la princesa ató un nudo en la cola del gato para que esto nunca pudiera pasar de nuevo.

viernes, 17 de abril de 2009

DEDICADO A UN GATO


El mejor regalo que he recibido en mi vida han sido unos gatos, de los cuales finalmente quedé con uno, puesto que muchas allegados se interesaron en las demás crías gatunas. Y es que pocas personas intentan comprar un gato, puesto que este animal tiene la particularidad de ser hermoso, aunque no sea un fino gato persa, sino de la alcurnia callejera, nacido de cualquier gatita errante.

Un gato es una mascota que parece ir más allá de esa denominación. Este animal goza de características interesantes que lo alejan de ser un mantenido o un completo dependiente de su, si podría decirse, dueño, como comúnmente serían las mascotas. Los gatos parecen estar en el umbral de lo salvaje y lo doméstico. Aparentan no haber perdido la herencia de sus primeros ejemplares y orgullosos caminan por la sala de la casa como si fueran amos y señores egipcios. En Egipto, los gatos fueron elevados a la categoría de dioses por el favor que hacían a los hombres de cuidar los cultivos de los roedores.

Además, este pequeño felino, simula la figura de un filósofo que, siempre analítico y meditabundo, reposa mirando profundamente hacía el vacío, como si una grandiosa elucubración estuviera tejiéndose en su pequeña cabecita. Los amos compran la comida para sus gatos con el deseo de sentir agradecimiento de sus pequeños felinos y de recordarle quién es el amo. Pero la actitud característica del gato hace dudar a más de uno sobre quién es el verdadero patrón. Orgullosos, con su cola parada, caminan tiernos y ronroneantes entre las piernas de los humanos, pero, repentinamente, cambian de actitud, dan una pequeña mordidita en la pierna de estos y avanzan a meditar en el sillón del que se han apropiado. La actitud gatuna parece guardar esa generalidad aunque se trate de gatos siameses o mestizos. Aún así el humano se siento a gusto acariciando el suave pelaje gatuno, mientras percibe debajo de su mano que un motor ronroneante se ha prendido en el felino para expresar que el cariño es correspondido.

(*)Fuente: Natalia

jueves, 16 de abril de 2009

QUERCUS - Calentamiento Global (Global Warming)

Animación contra el calentamiento global creada por la agencia McCann Erikson para la asociación Quercus.

Bajo el eslogan: "Si tú te rindes, ellos se rinden" (If you give up, they give up), el vídeo muestra a los animales rindiéndose a su destino, desesperados por la destrucción de su hábitat.

Stop Global Warming.
http://www.quercus.pt/scid/webquercus/

DE MUJERES Y GATOS


La lista de afinidad entre una mujer y el gato es amplia, como comunicarse sin palabras con largos silencios y profundas miradas aquello que siente su corazón, los gatos son susceptibles y, como las mujeres les gusta ser cortejados con graduales y delicadas aproximaciones, cada gato es único en su carácter y no hay otro igual de carácterísticas idénticas, tienen una multiforme personalidad, una clara y explícita, otra misteriosa, inaccesible, voluble.

"Permanece libre y permanece sólo si quiere..., es el gato quien adopta las personas, que las elige..., como la mujer", escribe Camilla Cederna.Sensualidad, seducción, fascinación: atributos del gato como de la mujer, criaturas temibles e inabordables y al mismo tiempo adorables, capaces de impulsos generosos, de lánguidos abandonos, de ardores repentinos, de falsas fugas, de ingenua malicia, de irresistibles caprichos, de celos intensos y de despechos repentinos y sombríos.Dualidad, misterio y sensualidad: caracteres que alimentan la comparación entre la mujer y gato en la imaginación del hombre.

"Mi gatito"
El gato provisto de cualidades consideradas femeninas (sensualidad, dulzura, intuición, misterio), no aparece forzosamente de la misma manera en el espíritu de las mujeres, al contrario puede reflejar el rostro del marido. En "Penas del corazón de una gata inglesa", Honoré de Balzac escribe que " muchas mujeres, y entre las más graciosas, entre las más aristocráticas, decían siempre: "Mi gatito" a sus maridos, incluso cuando no los... amaban.

miércoles, 15 de abril de 2009

LA CONDUCTA FELINA


Los gatos adultos forman su carácter según el ambiente y las reglas que se le han impuesto a medida que crecen. Por lo tanto si de un día para su mascota ya adulta cambia su comportamiento habitual es probable que se deba a que alguna situación cambió su rutina.
Es fácil determinar la razón de ciertos comportamientos anormales, por ejemplo cuando lo hemos “abandonado” en vacaciones, un cambio en su alimentación, el período de celo, etc, pero hay situaciones en que la causa es más difícil de detectar y los comportamientos anormales pueden llegar a causar problemas en la convivencia diaria.En estos casos lo mejor es llevar a nuestra mascota al Veterinario quien determinará si el gato necesita un tratamiento o ver a un especialista.
Debemos tener en cuenta que muchos comportamientos anormales se deben a dolencias físicas no siempre detectables a simple vista.Hay que considerar también que el período de celo y el embarazo en las gatas hacen a los mininos comportarse, según nuestro punto de vista, de forma extraña y molesta.


Hay que tener en cuenta que a los gatos les encanta tener sus momentos a solas, como cuando salen de paseo o se instalan al sol a dormir, por ello no es recomendable forzar a animal a jugar o querer acariciarlo cuando no está dispuesto a ello ya que lo más probable es que nos arañe o muerda.
Los gatos saben como llamar nuestra atención y mostrarnos lo que quieren y cuando quieren, sólo tenemos que estar atentos y saber “escucharlos”.Aunque por lo general el gato es un animal solitario eso no quiere decir que a todos ellos les guste estar solos.
Algunos prefieren estar acompañados y por ello, siempre y cuando se pueda, es bueno tener un par o más de gatos que se harán mutua compañía.Por otra parte, existen gatos solitarios que se apegan estrechamente a su gente y no quieren compartirla con nadie y en este caso sería una mala idea traer otro gato a casa.


Es común suponer que gatos y perros no pueden llevarse bien, tal como lo señaala el dicho: se llevan como perros y gatos”.Esto se debe a que gatos y perros tienen diferentes códigos de comportamiento y si no han socializado desde pequeños con la otra especie es casi imposible que lleguen a comprenderse o tan sólo a soportarse.
Si bien esta es la regla general, son muchos los casos en que perros y gatos se llevan bien y se quieren y acompañan, aunque no se hayan criado juntos.Los casos en que ambos animales son adoptados después de vivir una vida dura o en los que uno de los dos, ya adulto, llega a vivir a un hogar con una mascota de corta edad son buenos ejemplos, pero lo más conveniente según los expertos es acostumbrar a los perros y gatos a convivir desde pequeños y si piensa en llevar un gato joven al lado de un perro adulto solo resultará si el perro es manso y bien educado.
Debemos consideran también que los perros de caza o las razas de perros guardianes no toleran muy bien a los gatos por lo que debemos tener cuidado.

RIBA

Hermoso... amigos mios. Quería compartirlo con todos vosotr@s. Feliz día...

HERÁCLITO EL OSCURO

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